Quizá uno de los términos que más se haya repetido estos últimos meses dentro del contexto del entorno laboral haya sido el de «cultura empresarial». Y es que la crisis sanitaria no solo ha provocado la redefinición de los puestos de trabajo, sino que también ha transformado el modelo corporativo de objetivos y cómo relacionarse en el trabajo.
A lo largo de este período, casi todas las organizaciones se han preocupado por temas como alinear los objetivos con la cultura empresarial para mejorar la productividad o reforzar los valores de compañía para aumentar el compromiso de los trabajadores, pero ¿sabemos realmente qué significa este término?
Por definición, la cultura empresarial –también denominada cultural corporativa– engloba la misión y todos aquellos valores, creencias, normas, objetivos y prácticas comunes con las que se identifica una organización. Es decir, se convierte en la «personalidad» y el elemento de cohesión de toda nuestra empresa.
Esta cultura va a influir en la imagen que se transmite al resto, tanto dentro como fuera de la empresa; y, por tanto, va a afectar a las relaciones con los clientes y proveedores, así como al bienestar del equipo.
Por ello, es importante prestarle la atención necesaria para mantenerla y repercutir positivamente en la salud de la institución y sus trabajadores.
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Una cultura que fomente la comunicación y la cooperación, la formación de equipo, el establecimiento de incentivos y recompensas a los trabajadores conseguirá que estos se sientan parte de ella, es decir, que aumente su compromiso e identificación con la empresa. Esto repercutirá en una plantilla más motivada y estimulada y, con ello, un trabajo más productivo y eficiente.
Tal y como señalamos más arriba, nuestra cultura corporativa traspasa los límites de la empresa y, a menudo, será el baremo por el que los nuevos candidatos decidan si es un lugar atractivo para desarrollar su carrera. Así pues, es esencial estar al día de los valores de las nuevas generaciones –ecobranding, transparencia, inclusión…– para asegurarse de que los valores de la empresa coincidan.
Establecer una cultura atractiva, moderna y respetuosa, así como ser capaces de transmitirla a nuestros clientes y colaboradores, puede ser el elemento diferenciador que haga única y exclusiva a nuestra empresa, y sobre el que recaiga el éxito de nuestros productos y servicios frente a los de la competencia del sector.
Como resumen de los tres puntos anteriores, la alineación de la dimensión interna y externa con nuestros valores como empresa servirá para conseguir más fácilmente la consecución de los objetivos definidos, ya sean económicos como de cualquier otra índole.
Tener una cultura empresarial sólida es, por tanto, la fuerza que necesitan nuestras en la actualidad las organizaciones para mantenerse fuertes y salir exitosas de cualquier tipo de crisis.
En Kleinson podemos presumir de contar con una cultura empresarial muy flexible a la que todo el equipo contribuye para poder adaptarse tanto a sus necesidades como a las de la sociedad y el mercado en cada momento.
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