¿Asignatura pendiente?
Cuando íbamos al colegio y nos tocaba estudiar para algún examen especialmente difícil, a todos nos venía a la cabeza una pregunta: “¿Y esto para qué me va a servir?” Resolver una ecuación de segundo grado, saberse de memoria todos los ríos de España o aprenderse los elementos químicos de la tabla periódica, no parecía que fuera a tener mucha utilidad en nuestras vidas. Por eso, las únicas respuestas que encontrábamos a nuestra pregunta era: “para aprobar”, “para pasar de curso”, “para obtener un título”. Estudiar era, de alguna forma, un fin en sí mismo.
Cuando ya somos profesionales adultos, las cosas cambian. Los conocimientos que adquirimos en cualquier tipo de formación tienen que darnos algo más que currículum: nos deben capacitar como especialistas, darnos herramientas para hacer mejor nuestro trabajo, es decir, deben de ser un medio para hacernos más competitivos.
Se trata de un cambio de perspectiva que no solo depende de los alumnos, sino también, y sobre todo, de los métodos y contenidos de enseñanza. El aprendizaje debe plantearse como un medio y en función de ello, basar tanto su metodología como su programa.
En el caso de la formación de idiomas, la necesidad de adoptar esta nueva perspectiva es bastante clara. Los métodos tradicionales de enseñanza de segundas lenguas insisten en centrarse en cuestiones como la gramática, la sintaxis o el vocabulario, porque tienen un fin fundamental: aumentar el nivel de conocimientos del idioma. Sin embargo, para la mayoría de los profesionales, el verdadero objetivo es otro: lo que buscan es mejorar su capacidad de comunicarse en otro idioma.
El lingüista Dell Hymes llamó a esta capacidad “Competencia Comunicativa”. Este teórico fue el primero que buscó demostrar que saber una lengua es algo más que saber un vocabulario y un sistema gramatical, es necesario poseer otros conocimientos no lingüísticos. Con esta idea, Hymes abrió todo un nuevo enfoque, no solo en el campo de la lingüística, sino también en el de la enseñanza de segundas lenguas.
A raíz del concepto de “Competencia Comunicativa” han surgido varias teorías que intentan determinar qué tipo de conocimientos no lingüísticos podrían ser incluidos en los programas de enseñanza de segundas lenguas, es decir, cuáles son los elementos, más allá de la lengua, que debe abarcar la formación de idiomas.
Una buena parte de estos estudios se han centrado en el ámbito empresarial para desarrollar sus investigaciones, precisamente porque en ese contexto, se puede ver con claridad cómo la adquisición de conocimientos lingüísticos de un segundo idioma no es suficiente: para poder comunicarse, entablar relaciones y llevar a cabo negociaciones con empresas de diferentes países, los profesionales y empresarios necesitan algo más que gramática y ortografía. Además de ocuparse del “choque lingüístico”, la formación de estos profesionales debe ocuparse del “choque cultural”.
A la hora de trabajar con empresas de otros países, los profesionales se encuentran con que el dominio de un idioma común es sólo uno de los requisitos indispensables para poder comunicarse e interactuar. Además, deben tener la capacidad para comprender y adaptarse a otros códigos como el del lenguaje no verbal, las costumbres sociales o las reglas de protocolo. En otras palabras, lo que realmente deben adquirir es la capacidad de comunicarse en un entorno multicultural.
Se trata de adquirir la llamada “Competencia intercultural”, un concepto que aún hoy está siendo continuamente revisado por especialistas y académicos de todo el mundo que pretende establecer: ¿en qué consiste la competencia intercultural?, ¿qué tipo de conocimientos requiere?, ¿cómo se puede abarcar esta competencia desde el punto de vista de la formación de idiomas?
Las propuestas son muchas y muy variadas, y todo apunta a que todavía deberán pasar algunos años hasta que este concepto se afiance y llegue a institucionalizarse dentro de la enseñanza de segundas lenguas.
La “competencia intercultural” es aún una asignatura pendiente en los programas oficiales de formación de idiomas, pero eso no quiere decir que no existan ya metodologías y medios que ofrecen a los profesionales las herramientas que necesitan para adquirirla.
Ese es precisamente el objetivo de planes de formación como los que ofrece Kleinson, donde los cursos de idiomas tienen como uno de sus ejes fundamentales la capacitación de los profesionales en un contexto multicultural. En este sentido, los contenidos de las clases se alejan de los aspectos lingüísticos y se acercan más a la práctica del idioma en situaciones reales para abarcar temas como “Working across cultures” y “Networking”.
En este tipo de formaciones, queda patente que el aprendizaje del idioma y la mejora del nivel es sólo un medio, de tal forma que no cabe la temida pregunta: ¿y esto para que me va a servir? En cualquier caso, la respuesta es clara: “para poder alcanzar el éxito profesional en un mercado globalizado, exigente y multicultural”.